EL EXITO SEGUN
DIOS
Vivimos en
un mundo donde todos parecen preocuparse por el éxito. La televisión, la
Internet, la radio y las revistas nos dan una visión de conjunto de los
ganadores —y de los perdedores— del mundo.
Pero, ¿qué
significa tener éxito en la vida? Es más, sabiendo cómo ve el mundo a las
personas exitosas, y considerando las maneras negativas como se esfuerzan
muchos para lograr el éxito personal, ¿es una aspiración correcta el desear
tener éxito?
Déjeme
responder a esa pregunta desde el principio: Sí. Como seguidores del Señor
Jesucristo, no sólo tenemos permitido luchar por lograr el éxito; estamos
llamados a hacerlo. Dios está inmensamente interesado en nuestros triunfos,
pero, como seres pecadores, a menudo tenemos cierta confusión en cuanto a esto.
Por tanto,
debemos empezar por tener claro lo que es una buena y verdadera definición del
éxito.
¿Qué es el
éxito?
La mayoría
de las veces, el mundo define a esta palabra simplemente como la capacidad de
una persona de lograr sus objetivos personales. Por ejemplo, un entrenador de
fútbol se considerará exitoso si gana todos los partidos. O un estudiante si
logra la máxima calificación en cada asignatura. Por eso, puede ser difícil
tener una definición que todos podamos aceptar, ya que la medida depende a
menudo de nuestras metas individuales.
Debemos, más
bien, hacernos la pregunta, ¿Qué es lo que haría que Dios me vea como una
persona exitosa? La perspectiva del mundo fluctúa, pero el concepto del Señor
es constante: para el Señor, mi mayor éxito es el deseo de que siga siendo la
persona que Él me ha llamado a ser, y que alcance las metas que Él me ha
ayudado a establecer.
Deje, por un
momento, que estas palabras penetren hondamente en su conciencia; léalas de
nuevo, esta vez en voz alta. Todo lo demás que le diré sobre el éxito, depende
de la crucial afirmación anterior; así que, asegúrese de comprenderlo.
Hay dos
elementos importantes en la declaración. Primero, que nuestro éxito depende de
ser lo que Dios quiere que seamos. Segundo, que depende de hacer lo que Él nos
llama a hacer. En ambas áreas, Dios es lo primordial. Nuestro objetivo es
entender plenamente lo que Él ha determinado para nosotros. Por tanto, nuestras
victorias le pertenecen a Él en última instancia, y Él merece todo el
reconocimiento.
Usted no
puede tener éxito si deja a Dios fuera de su vida. Ahora bien, de acuerdo a los
esquemas del mundo, podrá parecer que "lo tiene todo", pero ¿cuál es
el valor eterno de la fama y la fortuna? Es cierto que no hay nada
intrínsecamente malo en estas cosas, pero debemos vencer la idea de que
"FAMA + FORTUNA = ÉXITO". El dinero y la fama no pueden dar paz,
gozo, amor y contentamiento duraderos, ni tampoco la seguridad eterna, que sólo
están disponibles a través del amor de Dios en Jesucristo.
Los
cristianos no necesitamos llevarnos nuestros tesoros, porque ya los hemos
enviado anticipadamente. Al buscar tener una vida motivada por objetivos
piadosos, ya estamos acumulando un gran tesoro en el cielo (Mt 6.20, 21). Por
tanto, nuestro verdadero valor se medirá por nuestra recompensa eterna, no por
nuestra riqueza terrenal.
Usted podrá
preguntar: "¿Debemos, entonces, despreciar las riquezas materiales?"
No, en absoluto. Pero tenemos que ser muy claros, la fama y la fortuna pueden
ser los resultados externos del éxito, pero ellas no son un éxito en sí mismas.
Recuerde que éxito no es lo que usted tiene, sino lo que es. En su sentido más
puro, éxito es simplemente ser la persona que Dios le ha llamado a ser.
Si pensamos
de esta manera, ¡sin duda que Dios estará interesado en nuestro éxito! Y no
sólo estará interesado, sino que deliberadamente nos animará a triunfar. La
Biblia ofrece cuatro pruebas:
Primero,
Dios planea que triunfemos. Vemos esto en la vida de muchos hombres y mujeres
de la Biblia. Por ejemplo, ¿recuerda usted la historia de José en Génesis,
capítulos 37-50? Según el esquema del mundo, José estaba condenado al fracaso desde
el principio. El joven hebreo había sido maltratado y vendido como esclavo por
sus propios hermanos, y durante años tuvo una vida como esclavo y preso. Pero,
en todo lo que José hizo, Dios lo hizo prosperar.
En estos
importantes capítulos de Génesis, vemos a José como un joven pastor, luego como
un esclavo, más tarde como un preso y, al final, ¡como el primer ministro de
Egipto! Dios, sin duda, había planeado el éxito de su siervo fiel, aun en esos
años cuando todo parecía perdido.
Las
Escrituras ofrecen relatos semejantes. Moisés, David, Nehemías y Josué muestran
este mismo tipo de plan divino que los haría famosos. Y, por supuesto, no nos
olvidemos de los apóstoles; florecieron en el primer siglo, y llevaron las
buenas nuevas de salvación a todo el mundo. Usted tiene, sin duda, que
considerar que la misión fue un éxito, o no tendríamos hoy iglesias ni las
palabras de Jesucristo, en absoluto.
En cada uno
de estos ejemplos, las personas descubrieron lo que el Señor quería que
hicieran; dedicaron sus vidas a ello; se dejaron guiar por los preceptos
divinos; y lograron sus metas. A los ojos de Dios, todos ellos fueron exitosos.
Segundo,
Dios provee para nuestro éxito. Tengo estantes de libros sobre el tema del
éxito, y todavía no he encontrado un principio básico del éxito que no se
encuentre también en la Palabra de Dios. La Biblia contiene todos los conceptos
fundamentales sobre el éxito, que he encontrado en cualquier otro libro. Los
diferentes autores pueden tomar de la Biblia una idea y escribir un libro sobre
ella, pero ellos no crearon el principio.
Algo que he
visto a menudo mencionado en estos libros es la necesidad absoluta de la fe.
Ahora bien, algunos autores pueden decir que el éxito depende de la fe en uno
mismo, mientras que otros apuntan a la creencia en algún "poder
superior". Pero, como seguidores de Jesucristo, podemos señalar esa fuente
de nuestra fortaleza: es Dios todopoderoso, quien cuida de nosotros. Es que
sólo Dios es el autor del éxito. Sin Él, una persona sólo conocerá el fracaso.
Tercero,
Dios nos prepara para el éxito. Porque nos llama a ser luces en un mundo de
tinieblas, Él nos ha dado lo que necesitamos para ser hombres y mujeres de
éxito. Por ejemplo, cada creyente ha recibido ciertas capacidades o dones
espirituales. Son regalos maravillosos que nos permiten hacer las cosas que el
Señor nos llama a realizar.
El Señor
también nos ha equipado al dar a cada creyente el Espíritu Santo. Él nos pone
en contacto íntimo con el Padre celestial, da poder a nuestra vida diaria, nos
enseña las cosas de Dios, y nos da su discernimiento. En el poder del Espíritu
Santo podemos tomar decisiones asombrosas inspiradas por Dios. Es que Dios no
ha creado a las personas para que fracasen. Eso a Él no le daría ninguna
gloria. Al contrario, nos da lo que necesitamos para que tengamos éxito en lo
que Él nos ha llamado a hacer.
Cuarto, Dios
nos promete el éxito. Usted podría decir: "Bueno, si Dios me ha prometido
el éxito, entonces en el camino se equivocó". No, no ha sido así. Si
estamos teniendo problemas para tener éxito en algunas áreas de nuestras vidas,
es posible que seamos nosotros quienes hemos perdido la brújula.
¿Qué le dijo
el Señor a Josué? Que se esforzara y fuera valiente, que obedeciera su Palabra,
y sus mandamientos. ¿Cuál sería el resultado? "Harás prosperar tu camino,
y todo te saldrá bien" (Jos 1.7, 8). La fórmula para el éxito está escrita
en la Biblia.
Condiciones
para el éxito
Aquí
tenemos, entonces, lo que no podemos perder de vista: Dios puede haber
planeado, provisto, equipado y prometido, pero nuestro éxito personal tiene
algunas condiciones. En realidad, el Señor no nos hará exitosos sin que hagamos
nuestra parte.
Por tanto,
debemos prestar atención a tres condiciones específicas:
Debemos
fijarnos metas dadas por Dios. Busque la voluntad del Señor, y tenga metas
tangibles para lo que Él quiere llevar a cabo. Su voluntad no sucede por
accidente; debemos tomar la decisión de buscar a Dios.
Debemos
andar en obediencia delante del Padre en la consecución de estos objetivos.
¿Cómo podemos esperar que Dios nos ayude a triunfar en la vida, si preferimos
desobedecer los principios de su Palabra? La Biblia nos dice cómo vivir;
tenemos que someternos a su dirección para lograr las metas que nos hemos
fijado.
Debemos
confiar plenamente en el Espíritu Santo, poniendo en práctica los principios
del éxito dados por Dios. No podemos ir por la vida actuando como el hombre
orquesta, que lo hace todo solo. Podemos tener éxito en Cristo sólo cuando nos
sometemos por completo a la dirección del Espíritu de Dios.
El Señor
define nuestras metas y nos equipa para lograrlas, nunca debemos avergonzarnos
de reclamar las bendiciones que Él da con ese propósito. Por tanto, debemos
hacer un alto y analizar nuestra definición del éxito a la luz de la Palabra. En
verdad hay sólo una manera de lograr el éxito: la manera de Dios.
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