Hubo una vez una pequeña oruga que se dirigía a subir una
montaña. En el camino, se encontró con un saltamontes, que con mucha curiosidad, le preguntó:
¿Para dónde vas?. La pequeña oruga, sin si quiera dejar de
caminar, le contestó: "Anoche tuve un
Sueño, en el que desde la cima de la montaña podía ver todo
el valle. Como me ha gustado tanto, me he
decidido por realizarlo."
El saltamontes, al escuchar eso, le dijo a la oruga:
"¡Estás loco! Es imposible que tu, siendo tan solo
una pequeña oruga, puedas llegar hasta la cima de la
montaña. Para ti cada piedra sería como una montaña, cada charco un gran mar y
cada tronco un muralla impenetrable."
Sin embargo, la oruga, estando tan decidida no escuchó nada
de lo que dijo el saltamontes, pues ya
iba muy lejos.
La oruga siguió caminando, mientras se encontraba a muchos
otros animales: Topos,
tortugas, arañas, ranas... Todas con la misma intención:
Advertirle y decirle que su sueño era imposible, y pedirle que desistiera. Sin
embargo, el seguía caminando.
Cuando ya estaba sin fuerzas y muy cansado, construyó en un
último esfuerzo un lugar donde
pernoctar y descansar. Dijo "Estaré mejor", murió.
Todos los animales iban a ver sus restos.
Su tumba era un recordatorio y una advertencia para los
atrevidos. Una mañana, en que el sol resplandecía, todos los animales se había
reunido alrededor de su tumba, cuando de un momento a otro todos se quedaron
asombrados: La coraza dura donde estaba comenzó a quebrarse y pudieron ver que
un par de ojos y una antena salían.
Todos decían: "¡Esa no puede ser la oruga!".
Mientras todos miraban asombrados, comenzaron a salir las alas de colores como
los del arco iris: Era una mariposa.
Comentarios
Publicar un comentario